Indaga la autora cómo desarrollan las operaciones matemáticas en su vida laboral cotidiana un grupo de pintores que migran a la ciudad de México. A partir de ahí encuentra la importancia de considerar el lado humano de las personas en los procesos educativos. Desarrolla argumentos para ubicar la relación entre el saber construido en la práctica y el saber que sólo se adquiere en la escuela.